Crónica: WACKEN 2023. Viernes 4/08/23
VIERNES 4 DE AGOSTO
Parece que fuese ayer cuando disfrutábamos de los iniciales momentos de DUST BOLT abordando entre sus influencias a lo más granado del thrash metal norteamericano. La entonces emergente banda alemana irrumpían en 2010 con su EP “Chaos Possession”, y así empezaban a gustar a todo el mundo. Ya han pasado trece años desde aquel momento, y la madurez que hoy en día muestran, les hacen despuntar por méritos propios sin ninguna duda, dejando atrás las comparaciones. Basaron su set casi de forma íntegra en su disco “Trapped In Chaos”, aunque también hicieron temas publicados de forma más reciente, como “I Witness” y “Sound & Fury”. Su cantante y guitarrista Lenny Breuss antes de despedirse, mandó a un roadie que le llevara el micrófono, con pie de soporte incluido, al centro de la pista, en donde se encontraba el público, y alargando el cable todo lo que pudo, se puso a cantar mientras tocaba su instrumento como si sobre el escenario estuviera. Luego invitó a los efusivos espectadores para que se agacharan y a continuación tras ponerlos de nuevo a todos en pie, a su alrededor se inició un circle pit muy divertido e interesante, pues este año debido a las capas de barro sobre el suelo no era posible llevarlos a cabo de forma tan habitual.
Los alemanes MORAST fueron una gran sorpresa. Tenían al frente de la voz a Zingultos, cantante de Endstille y otros tantos proyectos, y cómo no, en su día los extintos Nagelfar. La corriente sonora de esta banda que lleva funcionando ocho años con los miembros originales de bandas como Hammerhead, Nights Lug y Grim Van Doom, más la incorporación posterior de Z. (Zingultos), le dieron a su concierto un buen barniz de doom, black metal y death metal. Los tempos eran una novedad y también ir tan a cara descubierta sin demasiada parafernalia visual, algo que chocaba porque a veces sonaban muy crudos (que no es lo mismo que “verdes”). La corpulencia musical con todo ese grosor de experiencias en carretera se notaba en todo momento, y así pudimos verlos de forma cercana, y es que en realidad para ellos esta aventura es como empezar desde cero buscando que esta historia cale bien entre unos seguidores que les aprecian por sus dinámicas sonoras destructivas. De todos modos ya os digo, las atmósferas de matices claustrofóbicos que ponen en práctica son muy interesantes.
TRIVIUM salieron a por todas con la fórmula que no suele fallar, la de comenzar dando referencia al último trabajo publicado, en este caso “In The Court Of The Dragon”. Tras los sonidos instrumentales de “X” sonaría a continuación el tema que da título al disco. Poco después recurrirían también al corte “Feast Of Fire”. La banda de Orlando sigue teniendo ese cariz mediático, bien gestionado por su cantante y guitarrista Matt Heafy, que en esta ocasión contó con la ayuda del bajista Josh Baines del grupo Malevolence para sustituir por motivos de salud a Paolo Gregoletto. Como es lógico a medida que se generan nuevas canciones, dejaron atrás algunos temas que podías esperar sonaran en detrimento de hacer algunos cambios en el setlist, pero no se olvidaron hacia el final de su clásico “In Waves”, respetando su línea sonora más actual.
GHØSTKID entregaron toda la fiereza que porta intelectualmente y musicalmente el mentor de esta historia, Sebastian “Sushi” Biesler, conocido por sus andanzas anteriormente en Eskimo Callboy. El vocalista ha perpetrado esta onda expansiva de sonido alternativo con la naturalidad que ya le conocíamos, sabiendo hacer un hibrido de oscuridad y melodías con una rotundidad escénica en la que te veías reflejado para moverte al ritmo frenético de sus ejecutantes, que oscilaba por el metal, post hardcore y hip hop. El batería Steve Joakim tomó la iniciativa para salir a escena minutos antes que el resto de la banda, y así posar durante un rato subido sobre el bombo de su instrumento portando una botella de vino de la casa. Luego se desataría la tormenta oscura, con trazas visuales que te podían recordar igual a Marilyn Manson que a The Cure. El bajista y uno de los guitarras bajarían hasta el público para continuar con el show mientras eran rodeados por un público entusiasta.
Los islandeses THE VINTAGE CARAVAN desde que se pusieron en circulación por los escenarios gracias a su trabajo homónimo adquirieron la ardua tarea de revolucionar el blues stoner de tal manera que no han bajado el pistón desde entonces, y a día de hoy le sigue yendo muy bien. Aquí demostraron que lo que pasa con ellos no es simple idolatría, pues se lo trabajan a costa de sudar bien sobre el escenario. La primera parte del show se la entregaron a su último trabajo “Arrival” a través de los temas “Whispers” y “Crystallized”, y una vez despojadas las malas pulgas tuvimos un vaivén de frenéticos riffs de guitarra por parte de Óskar Logi dando cuenta de temas de sus trabajos anteriores. La tenacidad de Stefán Ari tras la batería, así como Alexander Örn con su bajo no dejó lugar a la duda, con temas que de forma sobrenatural parecieran alargarse permitiendo que los riffs infinitos se metieran de lleno en tu cabeza.
MEGADETH era uno de los platos fuertes para esta edición, confirmados en el momento de terminarse la anterior. Así que el año de espera mereció la pena. Mustaine ya dejó atrás los egos de antaño, y tiene una banda a cuyos músicos les da un espacio tan importante como su presencia en escena, repartiendo tramos instrumentales de guitarra con Kiko Loureiro de forma natural, pero la sorpresa fue ver como para este concierto entraba en escena también Marty Friedman, haciéndonos recordar momentos del pasado, cuando el guitarrista militó dentro de la banda por espacio de una década. El entusiasmo que se podía ver sobre el escenario era notable y su colaboración tuvo lugar en dos partes, primero ya muy avanzado el show tocando de forma consecutiva “Trust”, “Tornado Of Souls” y “Symphony Of Destruction”, abandonando el escenario unos minutos mientras la banda seguía haciendo “Mechanix” y “Peace Sells”. Después llegaría el bis, momento en el que volvería a salir a tocar con el resto de la banda para despedir el show todos juntos con el tema “Holy Wars… The Punishment Due”. Antes de que esto ocurriera, Dirk Verbeuren en la batería en todo momento haría que esta maquinaria estuviese perfectamente engrasada junto a James LoMenzo, que lleva ya un tiempo sustituyendo a David Ellefson en el bajo. Junto a la aportación del ya mencionado Kiko Loureiro, conseguirían todos ser el otro cincuenta por ciento de que esto funcione a la perfección.
DOG EAT DOG llevaron las turbulencias hacia el público haciendo que recordáramos el revival de una época, con los músicos de una generación dedicada al metal fusionando hip hop, funk y hardcore. Eso sí, ya más talluditos los de New Jersey, y sin ropas tan anchas como en tiempos pretéritos, pero con el exponente divertido aún en alza. Ellos en los noventa fueron de los pioneros en hacer una muesca en el rock evolucionado durante los primeros años de aquella década, tirando de una forma muy personal de saxofón, así como provocando la algarabía de los presentes, y aquí también vimos algunos saltos atléticos de su cantante John Connor a la hora de hacer temas clásicos. También fue curioso ver como el vocalista hacía de maestro de ceremonias interfiriendo entre canciones con samplers y otras secuencias sonoras con diálogos que iba disparando desde su tablet, como en el tramo final del concierto al hacer “Rocky”, que encaminó el final del espectáculo con “Man´s Best Friend” y “No Fronts”.
Hoy en día tenemos la posibilidad de disfrutar de las canciones de DEICIDE en directo, gracias a que su bajista y cantante Glen Benton no cumplió con aquella profecía que se autoimpuso de suicidarse en su momento. Aquella pantomima vino dada cuando la banda de Tampa, Florida estaba alcanzando su notoriedad en distintos aspectos, no sólo en lo musical, sino también en la corriente anti cristiana de sus letras. Y en aquellos tiempos se gestó un gran disco, “Legion”, un trabajo de death metal técnico con cierta complejidad del que con el paso de los años apenas tocaban temas en directo. Pues bien, este fue un show especial para poder recordar tres décadas después las canciones de aquel disco de estudio llevado íntegramente al directo, y por el mismo orden. Esa fue la primera parte del show, y estuvo realmente bien, sin los hermanos Eric y Brian Hoffman en las guitarras, cosa que se echaba de menos, pero disfrutamos viendo la buena defensa de una obra imperecedera para los amantes del estilo.
IRON MAIDEN terminaban el final del tramo europeo de su gira “The Future Past Tour” con mucha energía y entrega ante un público de Wacken rendido a sus pies. Para quien no tuviera ocasión de verles en algún otro momento durante este tour, con seguridad disfrutaría de un setlist poco trillado comparándolo con el de las últimas giras. La entrega de sus músicos fue en todo momento aplaudida, sin decaimiento alguno, con un Bruce Dickinson muy explicativo hacia sus seguidores, contando historias y entregado a chistes sobre irlandeses. Alucinante ver su batalla de fuego contra Eddie mientras correteaba de punta a punta del escenario. Recuperaron viejos temas no tocados hace tiempo, con la inicial “Caught Somewhere In Time” seguido de “Stranger In A Strange Land” y “The Writing On The Wall”. La sintónia de Bruce junto a Adrian Smith, Janick Gers, Dave Murray, Nicko McBrain y Steve Harris hizo que los astros se alienaran quedando una noche apacible para disfrutar y olvidarse de la lluvia y del barro. Entre medias de los temas antes mencionados, también disfrutamos de “Days Of Future Past”, “The Prisoner”, “Can I Play With Madness”, “Alexander The Great” o “Fear Of The Dark”, dejando para el final del show “Hell On Earth”, “The Trooper” y “Wasted Years”.
KONVENT, la banda, formada por la vocalista Rikke Emilie List, las guitarristas Sara Helena Nørregaard y Sophie Lake, junto a la bajista Heidi Withington Brink y la batería Julie Simonsen, llegaban al término de esta jornada recordando los temas de su debut “Puritan Masochism” así como su más reciente segundo trabajo “Call Down The Sun”. En todo momento nos metieron dentro de unas connotaciones oscuras que están presentes en su imagen, en la escasa iluminación del concierto, y por supuesto, en la apuesta musical que generan desde hace ocho años en todas sus estructuras. El blackened death doom del cuarteto de Copenhague tuvo una intensidad in crescendo que no decayó a cada canción que iban mostrando, hasta que dijeron que se marchaban. Pasada la hora de brujas, bien merecíamos un descanso para afrontar una nueva jornada a la mañana siguiente.
Texto y fotos: Raúl “Mister Virus” García / Julián Brihuega